24.10.11

Cotidianidades: Madrileando II

¡Ay señor! ¡Qué ciudad! Lo confieso: estoy enamorada de Madrid. Tiene un no sé qué y un qué sé yo que me vuelve loca. Con mi afición por los hilos, estoy encantada con tantas tiendas maravillosas en las que encontrar todo tipo de lanas, agujas y demás artilugios. Por no hablar del shopping tradicional... tiendas tiendas tiendas.


Por si fuera poco, ayer domingo estuve en el Rastro, ese lugar en el que perderse por sus calles y nadar entre chatarra y algún que otro tesoro. Voy a confesar que hasta hace no mucho yo pensaba que se ponía en algún lugar de las afueras, como cualquier mercadillo. Gran ignorancia la mía... ¡Ah! Compré un barquillo a un chulapo.

Tuvimos un día completo, en el que estuvimos también en una de las 12 tabernas centenarias que hay en esta castiza ciudad. Concretamente, en Bodega la Ardosa, de 1892. No me pareció muy cara, cosa que me sorprendió, porque se supone que es un lugar singular al que seguramente se acercarán muchos turistas.

Lo de la calle Montera no tiene nombre... me parece increíble, en mitad de la ciudad, en pleno casco histórico y turístico. Me hierve la sangre subir por Montera y sentirme como si estuviera en los bajos fondos de cualquier ciudad.


Todavía no puedo hablar de la parte más cultural, porque no he visitado aún ningún museo. Todo un crimen, porque tengo unas ganas tremendas de ir al Prado, pero en general parece que la gente no se anima a este tipo de planes... ejem. Acabaré yendo yo sola, que era mi plan inicial. No sé qué me pasa en Madrid, que no me importa pasearme y ver cosas yo sola (bueno, menos lo del Rastro, que si hubiera ido sola me hubiera dado un patatús).

Y hasta aquí mis novedades sobre mi vida madrileña, que por ahora puede resumirse en un: encantada de la vida.

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